lunes, 28 de julio de 2008

EL CADEJO


Según cuentan las personas de mayor edad, que aun habitan en Tacuazinate, que cuando todavía no había en el poblado luz eléctrica, sucedieron muchos casos en cuanto a desaparición de personas, principalmente durante las noches. Afirman que era en las noches de luna llena, cuanto esto sucedía, pues no pocas veces los pobladores vieron pasar por las puertas de su casa un animal de impresionante tamaño, decían que era como un perro negro, de pelaje brillante, los ojos parecían brazas, los enormes colmillos relucían en la oscuridad de la noche, dejaba a su paso
un nauseabundo olor a azufre. Le llamaban el Cadejo, nadie sabía porque era el nombre. Por las mañanas, la noticia era que a alguien durante la noche se lo había ganado el demonio. No
importaba la edad, ni el sexo.

Sabían que en otras comunidades aledañas, como Chahuites o en el Jicaro, también pasaba lo mismo, pero nunca nadie había visto de cerca al animal, por eso para prevenir cualquier ataque, no faltaban en las casas los frascos con agua bendita, las cabezas de ajo amarradas con listones rojos atrás de las puertas, o siempre recomendaban que se orinaran a los alrededores de la casa,
para si ahuyentar a los malos espíritus.

La población esta rodeada por varios cerros, que conforman una cadena montañosa, muchos creían que era de uno de ellos de donde descendía por las noches. Había los exagerados que gustaban de inventar historias, según contaban habían tenido encuentros con el famoso animal, habiendo recibido heridas por sus colmillos y garras, y que cuando se luchaba con valor se le podía vencer, otros por el contrario aseguraban que era una persona que tenia pacto con el demonio, otros tantos decían que era algún loco que andaba suelto y que mataba a mordida a sus victimas.

En cierta ocasión en que se encontraban tomando dos borrachitos del pueblo, a los que la gente les llamaban los ‘’ bojos’’ porque eran como la madera (bofa), estaban estos sobre la banqueta de tía Yaco, casi en las orillas del pueblo, era uno de los puntos de reunión de todos los bojos, otro sitio era el del Juchito, siempre ahí se les podía encontrar tomando su acostumbrada ración de mezcal serrano. Era ya muy entrada la noche, por cierto había luna llena, cuando uno de ellos, al que le conocían como Tolentino, estaba acurrucado sobre el enorme portón de madera, cuando observo a lo lejos una luz que se dirigía en dirección a ellos, el otro al que le llamaban Vizcaíno estaba acostado, y estaba en parte oculto por una piedra grande que no quitaron cuando hicieron la banqueta, éste estaba semidormido, ya que nada más abría bien los ojos cuando se prendía a la botella y se tomaba un trago, luego nuevamente se acostaba. En eso estaban cuando Tolentino no perdía de vista aquella luz, pensó que a lo mejor alguien se dirigía rumbo a ellos y venia fumando, pero a medida que más se acercaba divisaba, muy apenas, que eran dos luces y que parecían que echaban chispas, entonces empezó a sentir miedo.

Tolentino, cada vez empezó a sentir mas miedo, así que decidió hablarle a Vizcaíno para que se despertara, y para ver si veía lo mismo que él. –Ey tu bojo, despiértate, le habló en una forma que casi ni el mismo se alcanzo a escuchar. El otro enfadado por haber sido interrumpido, le contesto: Uta, porque no dejas dormir compadre, estoy muy cansado.
–Que te despiertes, parece que alguien viene rumbo a nosotros, pero hasta creo que trae lumbre
en los ojos. –Ay compadre, ha de ser Don Tane con sus puros, pídele uno. Un viento helado ¿empezó a inundar la callecita del poblado, las ramas de tamarindo comenzaron a moverse, unas ramitas de escobilla era arrastrada por el viento, el palo de pochota que estaba a unos cuantos metros de ellos, les impedía ver la luna, que además en ese momento se oculto en una nube. El aroma metálico, apenas perceptible al olfato casi atrofiado por completo por tantos años de bebedores, hasta hizo que se les secara la boca, ya Vizcaíno se había despertado por completo, pero sin haber visto la luz que le señalaban. Prácticamente se quedaron tiesos y mudos al escuchar como sonaban las hojas de guanacastle al paso del enorme animal, era profundamente negro, la cola que arrastraba se movía en todas direcciones, nunca habían visto una cola de un animal tan larga, en uno de sus movimientos le toco el rostro a Tolentino, éste no aguanto mas y sintió una humedad que recorría entre sus piernas. Vizcaíno que no había visto de frente al animal, tartamudeando le dijo a su compadre: -Es, es el ca-ca, cacadejo, compadre. El otro también respondió: -no hables, deja que se vaya. No muy seguros de lo que habían presenciado, llegaron a insinuar: a lo mejor, tía Yaco le puso algo al mezcal, que nos hacer ver visiones. Como Tolentino había sacado todo el miedo, ya medio repuesto contesto: -Si compita, es cierto lo que vimos, a lo mejor no nos hizo caso el animal porque ya casi ni parecemos gente, no olemos a gente si no a puro trago, y es que yo creo que el se guía por su olfato. O tal vez ya hizo maldad en el pueblo y va satisfecho. Prácticamente se les había quitado la borrachera de no sé cuanto tiempo, meses o años.

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